Superar la vanidad: el pádel como búsqueda de la excelencia desde
la humildad
No
es infrecuente que los y las padeleras busquen en sus logros deportivos el
reconocimiento que no consiguen obtener en otras facetas de la vida. Esto en sí
mismo no tendría mayor trascendencia si se circunscribiese a la natural
tendencia a hacer las cosas lo mejor posible. El problema surge cuando hay un
transfondo de frustración en áreas importantes de la vida y surge la obsesión
por remontarla magnificando en exceso, sobreponderando las expectativas de
autorrealización a través de la hiperexpresión competitiva por destacar.
Cuando
fallan puntos de apoyo esenciales, puntos cardinales en lo que tienen que ver
con el trabajo, con los sentimientos, con la situación económica, con la
madurez vocacional el riesgo de que surja la adicción como elemento distractivo
y como foco absorbente se dispara. Asistimos perplejos al nacimiento de una
clase de padeleros que necesitan pasar en la pista un número creciente de horas
a diario, a veces en doble o triple sesión. Jugadores que buscan subir de nivel
para situarse en un estatus elevado donde comparten clima con los mejores
situados en el ranking. Jugadores dispuestos a pagar un potosí por recibir
clases del los gurús y que buscan en los triunfos la mirada de admiración de un
entorno que se rinde a su atractivo como los nuevos guerreros. Jugadores que
han establecido una jerarquía de intereses en la que el pádel figura como
primera opción y han desplazado todo lo demás respondiendo a una alteración en
la escala de valores que da lugar a situaciones pintorescas. Conocemos casos en
los que el jugador no está dispuesto a renunciar a su partido aún dándose
situaciones tales como muerte de un pariente o un amigo, cita con el tutor
escolar de un hijo, angina de pecho de la pareja, reunión familiar de carácter
anual extraordinaria, deber de cuidar a un dependiente, a un hijo o nieto, a
una persona mayor con limitaciones, o ante la necesidad de acompañar al médico
a la pareja, al hijo a una consulta
trascendente, o de ayudar en una mudanza,
recoger a un familiar en el aeropuerto, etc. etc. etc., y todo para que las
estadísticas muestren que el jugador equilibrado en sus intereses, que
considera el deporte como un elemento enriquecedor interesante para el cuidado
de la salud y que busca en el mejor desempeño dentro de la pista la buena
sensación de la superación personal, suele mantener una mejor relación de
equilibrio con la asunción de sus limitaciones, la discriminación de lo que más
importa y la capacidad para mejorar, pero siempre desde el justiprecio de la
ratio entre lo que se puede obtener del pádel, el volumen de esfuerzo que hay
que dedicar a ello y el peso de lo que se sacrifica en aras de esa supuesta
ascensión. Desde esa claridad de ideas es más difícil que se den esas
situaciones lamentables en que se desplaza el foco sobre lo que de verdad es
troncal para fijarlo en el ejercicio de la satisfacción onanista de la vanidad.
© entrada: Santi Casal. 2017
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