Algunos jugadores con papel destacado en
otros ámbitos de la sociedad se las arreglan –algunos mediando contraprestación
económica- para formar pareja con un maestro a nivel autonómico o incluso
nacional.
Aznar lo tenía fácil para ganar el torneo de Oropesa del Mar. En un contexto de digestiones trabajosas de la paella o el arroz con bogavante contar con el concurso de Alberto Rodríguez Piñón era una garantía y un recurso que le permitía incluso competir con Corretja & Santana –aunque en esta pareja el elemento de la amistad se imponía al de la competitividad-.
Aznar lo tenía fácil para ganar el torneo de Oropesa del Mar. En un contexto de digestiones trabajosas de la paella o el arroz con bogavante contar con el concurso de Alberto Rodríguez Piñón era una garantía y un recurso que le permitía incluso competir con Corretja & Santana –aunque en esta pareja el elemento de la amistad se imponía al de la competitividad-.
Hay ejemplos en todas las comunidades, en
torneos autonómicos, de personajes con posibles dispuestos a pagar a su pareja
de competición por alinearse con ellos aun salvándoles un abismo en el nivel
deportivo. Pero no es eso lo más lamentable. Al fin y al cabo se trata de que
todo se puede comprar. Lo lamentable sucede cuando el que paga ejerce de
negrero y dirige palabras despectivas al crack por no cubrirle suficientemente
las espaldas y, a la postre, por no llevarle a cotas altas de resultados
recogidos en los cenáculos del onanismo deportivo y en la prensa del ramo.¿Donde está la frontera entre el deporte entendido como un juego y, por el contrario, su concepción como un negocio traducible en dinero a veces y otras, de manera sutil, en intangibles: chivato de status, prestigio social, juventud prolongada, personalidad destacada, atractivo, poder... dinero al fin?
© diariodemallorca.es
© entrada: Santi Casal, 2017
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